lunes, 15 de enero de 2018

Anoche

Anoche, al volver de la fiesta,
En la que me encontré al que me gusta,
Yo desconcierta,
Sin saber cómo hablarle siquiera,
Perdida en mis pensamientos,
Confusa y torpe,
Cuánto más pensaba, peor me salía la jugada.

Le fui a hablar, después de minutos recomponiéndome en vano,
Fue raro,
Mi forma de hablarle, como cambiada.

Pasamos la noche con mi amiga bailando y bebiendo,
Emborrachándome, la embriaguez haciéndome olvidar,
El dolor de saberlo aquí 
Y de no poder estar con él.

Al final de la noche, me fui a despedir de él,
Era como si no hubiese nada en torno a nosotros,
El vacío nos rodeaba,
Mirándome a los ojos,
Hablándome la boca tan cerca,
Nos despedimos con besos fugaces,
Unas dulzuras que me hicieron recordar,
Lo bien que estaba con él,
Aunque yo dijera antes que quería cortar todos lazos,
Antes de que me gustara de verdad,
Para no sufrir.


Ya me gusta, lo confirme anoche.

Pensamientos irrelevantes


No existe ubicuidad, no existe dicha noción de individualismo, aunque te convenzas de ello. Necesitas estar rodeada de gente, aunque la huyas, cada acción tuya está correlacionada con otra persona, otra cosa, otra entidad. Cuando sales de casa a las 9 a.m., tu madre alcanza el teléfono en ese mismo momento para llamarte, tu hermano y tu padre ya están en la oficina, Rossana sigue durmiendo; aquí está tu jefa, con el ordenador encendido dispuesta a trabajar; unos cuantos se dirigen a la cafetería a pillarse un café o cualquiera otra bebida para espabilarse, o para seguir en su rutina diaria de llegar a la oficina y antes siquiera de empezar a trabajar, ir a sacarse un espresso –como mi padre-. Somos todos hermanos y hermanas, pero en qué sentido, porque somos la misma especie, disponemos todos de un alma, de una razón; luego si la usamos, o creemos usarla pero de facto no es el caso, esa es otra (he aquí motivos para pensar que lo último es lo más común).

Rencontre inopinée avec un homme de la rue


Nerveuse sans raison, je me rue dehors après une pause panini éclaire encore prise d’une faim psychologique insatiable, m’étant emparée furtivement d’un autre sandwich dans l’espoir de parer ce désir de nourriture obsessionnelle (ou bien dénommé « hyperphagie »). Déterminée à ne pas ressentir de culpabilité post-ingestion, je suis subitement prise d’une envie de fumer (ô désespoir, j’ai laissé mon paquet au bureau –enfin je n’ai même pas envie de Vogue) ainsi je file au tabac et, vu le manque de choix, opte finalement pour un Lucky Gold, esthétiquement plaisant, agréablement surprenant au goût (d´habitude je n’aime pas les Luckys, mais cette fois-ci paraît-t ‘il la chance était au détour). Cigarette à la bouche, clopin(e)-clopant(e) vers l’église aux alentours peu fréquentée, je m’arrête déposer le sandwich –source d’insatisfaction psychologique- devant la tente d’un homme de rue, en toute discrétion. Enfin, il m’entend et sors sa tête par le trou de la toile en m’adressant quelques mots à peine compréhensible. Mark, âgé (soixantaine ?), yeux vifs, odeur et aspect de propreté douteuse, m’harangue dans un discours de remerciement. Le sandwich, il ne le mangera pas étant végétarien, mais il apprécie l’intention ; je ne suis pas venue par moi-même, sinon guidée par Dieu (il était très croyant ; je ne lui ai pas parlé de mes pensées libertaires quant à la matière) ; me contant qu’il est auteur, retrace sa vie dans un projet bibliographique ; croyant depuis peu, un homme indécent auparavant… etc. Le voici qui me sort un sketch représentant, sous ses paroles de valeur linguistico-didactique, « Ape, jug, 4, ewe, wall », autrement dit « A x for you all ». Pour l’instant, cet œuvre bien que de l’art est correcte, mais une fois couleurs et détails ajoutées, elle sera belle.